Asahikawa – Nakafurano – Asahidake - Aomori. 8 de agosto.

Muy temprano dejamos el ryokan y los dueños nos regalaron una bolsita de lavanda y otra bolsa de papel con caramelos, un marcador para libros, una pajarita y una camisa de papel, hechas con la técnica de origami. Nos hizo mucha ilusión el pequeño detalle.

Guardamos las maletas en las taquillas de la estación, desayunamos y cogimos el tren a las 9:30 hacia la Granja Tomita, donde se cultivan flores, entre ellas lavanda. Desde la estación Nakafurano tuvimos que caminar 20 minutos hasta la granja. Recorrimos los campos de flores y las tiendas donde venden todo tipo de productos hechos a partir de las flores: jabones, incienso, perfume, aceites y helado de lavanda que Miguel probó.

No tuvimos suerte para ver los campos de lavanda florecidos pues los habían cosechado y la fama de esta granja viene dada por las franjas de colores que forman las diferentes flores. Me compré una burger croqueta y salimos caminando de vuelta a la estación. Corrimos un poco para no perder el tren, que puntualmente nos llevó de vuelta a Asahikawa.

Teníamos tiempo para reservar el tren nocturno a Aomori, pero ya no habían camas gratis, así que nos tocaron asientos en el pasillo. Nos fuimos al bulevar a comer en el burger japonés que no nos gustó nada, pero al menos cogimos fuerza para subir el monte Asahi, nuestro próximo destino. Caminamos hasta la parada 4 desde donde salía el bus a las 12:30 hacia Asahidake onsen. Sólo había un chico esperando y al poco tiempo llegó un taxi y nos llevó por el mismo precio que el bus, junto con el chico y otro señor que antes nos había saludado en español.

Fue una suerte porque los taxis japoneses son muy caros, pero este no puso el taxímetro, por lo que asumimos que la ganancia era íntegra para él. El señor mayor viajaba solo y era muy sociable. Nos comentó que había estado en Barcelona y París y fue todo el trayecto de una hora hablando con el chofer. A la una llegamos a Asahidake y cogimos el primer teleférico que sube hasta el inicio de la ruta. Estaba lloviznando, había niebla y nos pareció mala idea subir hasta la cima, así que hicimos la ruta corta entre los lagos, las flores y los restos de hielo del invierno hasta llegar a las fumarolas.

Volvimos al teleférico y bajamos hasta el centro de información buscando el onsen (baños calientes) y una cascada cerca del parking. Bajamos un buen rato por la carretera pero sólo encontramos una pequeña cascada y regresamos cuesta arriba a esperar el bus.

Unos quince minutos más tarde apareció un taxista y le preguntó a Miguel si queríamos volver por el mismo precio que el autobús. Migue le comentó la propuesta a otros chicos italianos y accedieron. Nos fuimos en el taxi más divertido de Japón. Los italianos vivían en Tokio y estaban recorriendo Hokkaido de vacaciones. Hablaban japonés con el taxista y español con nosotros. El taxista comenzó a cantar y decía que su bolígrafo era un "súper micro" y nos pasaba el boli para que cantáramos.

El italiano se llamaba Valerio, y como el taxista no lo entendía le dijo que se pronunciaba como ballerina, así que el japonés estuvo todo el viaje diciendo "valerina, one sing, súper micro, o sore mío, bésame mucho, new York..." Y Valerio le respondía que no quería cantar y nosotros tampoco. Este chico nos comentó que era muy raro ver a un japonés con ese carácter, que parecía que estuviera borracho.

En Japón si el conductor va borracho todos los ocupantes pagan la multa, pero Valerio miró la documentación del taxista que tenía delante y comprobó que era un buen conductor y no había tenido accidentes en los últimos siete años.

El hombre siguió cantando todo el viaje, excepto cuando los italianos nos comentaron que habían estado en Cuba y nos contaron sus impresiones del viaje. El taxista nos dijo que pasaríamos por un manantial de agua de Asahi, para rellenar su botella de agua, y también aprovechó para fumar y nos hicimos una foto con el. Nos iba explicando todo lo que veíamos por el camino y quería llevarnos a más sitios pero le dijimos que teníamos que coger un tren y no teníamos tiempo.

Llegamos a Asahikawa veinte minutos antes que el bus y fuimos a cenar al mismo sitio que la noche anterior, ya que nos había gustado mucho.

Dimos un paseo por las tiendas y volvimos a la estación a recoger las maletas y coger el tren a las 8:30 que nos dejaría en Aomori a las 5:40.

Miguel durmió todo el viaje, pero yo no pude. Llovía mucho y estuvimos casi dos horas parados en el andén por causa de la lluvia. A las tres de la mañana reanudamos el viaje y pude dormir un poco.

















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