Tokio. 25 de agosto.

Nos levantamos cerca de las ocho de la mañana. Desayunamos y salimos caminando rumbo al parque de Ueno, pero como amaneció lloviendo decidimos coger el metro cercano que en dos paradas nos dejaría en la estación de Ueno. Al salir del metro tuvimos que comprar unos paraguas para poder llegar al parque de Ueno porque caía un buen aguacero. Este parque fue abierto en 1873 como el primer parque público de Tokio y dentro hay un zoológico, varios museos, galerías y restaurantes. Entramos al Museo Nacional de Tokio, el más grande de Japón y con cinco salas que muestran restos arqueológicos y antiguas obras de arte del país y de otros países asiáticos.

Estuvimos unas cinco horas visitándolo, y al salir atravesamos el parque hasta la estación de metro, donde cogimos un tren hasta el barrio de Ginza. Este es un barrio comercial lleno de tiendas de grandes marcas y también algunos comercios baratos. Como era domingo las calles estaban cerradas al tráfico y pudimos caminar tranquilamente. Buscamos un restaurante para comer, y después de desechar muchos por lo caros que eran, entramos a un restaurante italiano, que no era muy barato pero donde comimos muy bien.

Entramos en la tienda de Yamaha, que ocupa todo un edificio. En la planta principal enseñaban a los niños a tocar y reconocer instrumentos y en la última planta tenían un auditorio para conciertos. Subimos en el ascensor hasta la cuarta planta donde estaban los instrumentos de viento, sólo para mirar flautas y fagotes. Miguel estaba alucinando con la cantidad de flautas y yo con los precios de los fagotes.

Paseamos un poco por las tiendas, contemplando la arquitectura típica del barrio como la torre del reloj Wako y seguimos caminando hasta la Estación Central de trenes para ir a la tienda Maruzen, donde Migue quería comprar unas plumas.

No habíamos visto el otro lado de la estación y no nos habíamos dado cuenta de lo grande que era. Estuvimos en Maruzen más de una hora mientras Migue elegía las tintas y plumas japonesas que quería.

Como estábamos cerca del Palacio fuimos andando para verlo, pero se nos hizo de noche y apenas se veía el puente de piedra de la puerta principal. Como es la residencia del Emperador, el sitio estaba lleno de policías y no se podía entrar. Por los alrededores del parque se veía mucha gente haciendo deporte.

Estábamos muy lejos de nuestro hotel así que cogimos el metro para volver. Después de diez horas caminando por Tokio, sólo nos apetecía ducharnos, ir a cenar y dormir.

Hicimos el checking del vuelo en internet, pero ya nos habían asignado asientos y no pudimos cambiarlos porque el avión estaba lleno. Imprimimos las tarjetas de embarque, aprovechando que el servicio es gratuito en esta cadena de hoteles. Subimos a la habitación, nos duchamos y salimos a cenar a un restaurante cercano de comida típica.  Antes de irnos a dormir dejamos las maletas preparadas pues al siguiente día tendríamos que dejar el hotel a las diez de la mañana.



















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