Aomori – Hirosaki. 9 de agosto.

Llegamos a las 8:15 a Aomori y cogimos la Ou line, un tren local, hasta Hirosaki unos 30 minutos de trayecto. Llegamos al hotel Toyoko y dejamos las maletas. Desayunamos en el Míster Donuts y decidimos irnos a Kakunodate en el tren de las nueve que volvía a Shin Aomori donde cogimos el shinkansen, tren bala, a Morioko.

Como teníamos tiempo para coger el próximo tren nos fuimos a información turística a reservar los asientos para la vuelta. La chica hablaba inglés y nos explicó que los trenes estaban parados y que no podíamos coger el próximo. Probablemente hasta las dos de la tarde no se restablecería el servicio a causa de la lluvia.

Nos regaló un souvenir que era una pequeña tela bordada y nos sugirió que volviéramos a Hirosaki. También tuvimos retrasos en el tren  local que nos llevaba de Aomori a Hirosaki, y en Información turística nos dijeron que podíamos coger el tren de las 12 que iba a salir a las 12:20. Cogimos un plano de Hirosaki y fuimos todo el trayecto planificando la visita para no perder el día.

A la una llegamos a Hirosaki y fuimos andando hasta el barrio de los templos. Visitamos el Saishoin y la pagoda de cinco niveles, construido hace más de 350 años. Continuamos hacia el Taiguji que guarda un Buda con once caras.

En el camino encontramos el Hall de Sazaedo, una construcción octogonal donada por un mercader en 1839 y que contiene un corredor en forma de espiral al que no es posible acceder.

Caminamos un largo trayecto atravesando el cementerio hasta llegar al templo más famoso: el Choshoji. Entramos sin pagar y después de ver la mitad, se nos acercó una señora para cobrarnos y darnos un papel con la información en inglés.

Nos hizo una visita guiada en japonés y nos señalaba en nuestro papel la zona en la que estábamos para que leyéramos la descripción. El templo pertenecía a la familia del clan Tsugaru y fue movido al sitio actual después de la construcción del castillo.

Había un museo con los objetos de un príncipe que encontraron momificado, la estupa con sus restos que fueron incinerados en 1995 y un templo con figuras de madera representando los discípulos de Buda.

Seguimos caminando hasta el parque donde está el castillo y entramos a la torre a ver la exposición de objetos del periodo Edo. Estábamos cansados, sudados y con ganas de ducha y volvimos andando al hotel a descansar.

Bajamos a recepción para lavar la ropa en las lavadoras que van con monedas y mientras aprovechamos para cenar en un restaurante al lado del hotel: espaguetis con gambas y una tostada con queso y jamón. Pusimos la ropa en la secadora y organizamos la ruta del siguiente día. Nos fuimos a dormir a las diez de la noche después de recoger la ropa limpia.

















 

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