Himeji - Okayama - Numazu. 20 de agosto.

Hemos dormido hasta las ocho y cuando bajamos a desayunar no había pan. Migue solo tomo café y yo un poco de ensalada. Salimos a las nueve hacia el castillo después de dejar las maletas en el hotel.

El castillo de Himeji es patrimonio de la humanidad y aunque ahora están reconstruyendo la torre principal decidimos visitarlo.

Ha sido escenario de películas como Ran y Shogún y lo llaman la garza blanca por su predominante color blanco. Los muros son muy altos y la construcción en general es muy grande.

Entramos en un salón que nunca se había abierto al público y que exponía techos y adornos de la restauración, trajes de samuráis y tres gárgolas en forma de pez de restauraciones anteriores. Recorrimos varios pasadizos entre los muros de piedra hasta llegar a la torre principal que está cerrada por obras. Pagando 200 yenes más puedes subir en ascensor hasta el último piso desde donde se tienen vistas de la ciudad y se puede ver cómo reparan los techos y paredes. Además hay vídeos explicativos del proceso constructivo. Desde allí atravesamos un patio y entramos a un corredor construido para que la princesa tuviera su zona de belleza y descanso, formado por muchas habitaciones con suelo de madera excepto la última con tatami.

Salimos del castillo y pasamos por la galería comercial a comer unos bocadillos en el Doutor y desde allí a la estación rumbo a Okayama.

Media hora después, a las 12:45 llegamos a la estación de Okayama. Veinte minutos caminando nos llevaron al castillo de Okayama, que está totalmente reconstruido pues fue derruido en la Segunda Guerra Mundial en el año 1945.

A este castillo lo llaman el Cuervo porque es totalmente negro, excepto los detalles del techo que son dorados. Lo rodeamos  pero no entramos y cruzamos el puente que nos separa del jardín Korakuen, uno de los tres jardines más bellos de Japón.

Se construyó en el 1700 y mantiene su aspecto original a pesar de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, pues fue reconstruido basándose en pinturas y diagramas del periodo Edo. Estuvimos cerca de una hora paseando por los lagos, jardines, sembrados de arroz, lotos y bambúes.

De camino a la estación entramos en Maruzen, una papelería donde hemos comprado antes algunas plumas y Migue sigue buscando una marca específica. Como teníamos que cambiar dinero pasamos por un banco y preguntamos si hacían cambios de divisa, pues en Himeji nos dijeron que no en dos o tres bancos. Aquí fueron muy amables y logramos cambiar 400 euros a 122,65, un poco menos que en el aeropuerto que estaba a 127,46.

Cogimos el primer tren a las 15:20 hacia Himeji. Compramos unas cajas de Bento en el Family Mart y nos las comimos en el hotel. El mío eran espaguetis con pollo un poco picante, y el de Migue arroz y pollo rebozado que estaban muy buenos y baratos. A las cinco cogimos el shinkansen hacia Numazu donde nos quedaríamos dos noches para poder subir al Fuji.

Llegamos al hotel y al presentar la tarjeta de miembro la chica nos dijo que teníamos 12 puntos por lo que teníamos una habitación gratis para una persona. Le explicamos que éramos dos, que si podía hacernos el descuento o algún tipo de oferta. Finalmente nos descontó el precio de una habitación individual y además pedimos que no limpiaran la habitación por lo que nos descontó 300 yenes más. Los dos días nos terminaron saliendo por 4500 yenes, unos treinta euros.

Salimos a comer a un restaurante del centro comercial. Cenamos udon y tempura, los dos el mismo plato porque no nos entendían en inglés y el chico nos explicaba algo y le dijimos que nos pusiera lo que él quisiera. Así que nos trajo lo mismo a los dos. Pasamos por el Lawson para comprar barritas energéticas para subir al Fuji y algo para desayunar al siguiente día, pues saldríamos muy temprano.























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