Abashiri - Asahikawa. 7 de agosto.

Después de desayunar, dejamos las maletas para ir hacia el Museo de la Prisión de Abashiri. Pasamos por la estación para reservar asientos en el tren de las 13:29 hacia Asahikawa y salimos andando por el camino que bordea la montaña para evitar el sol y el calor de la carretera. Pensamos que esta ruta sería más fácil, pero lo que podíamos haber hecho en 40 minutos se convirtió en un recorrido en ascenso por la montaña que nos llevó una hora. A las 10:30 llegamos a la prisión, que tenía fama de ser la más temida de Japón por los métodos que utilizaban. Visitamos las celdas, los baños, cocina, almacenes de alimentos y campos de cultivo.

Los prisioneros fabricaban su propia salsa de soja y cultivaban arroz y vegetales que enviaban al resto de prisiones de Japón. A principios del siglo XX se temía una invasión de Hokkaido por parte de Rusia y el gobierno mandó a construir una carretera que llevaron a cabo los presos de este lugar. La carretera se terminó en menos de ocho meses pues los presos trabajaban más de doce horas de día y noche, con lluvia o nieve y murieron uno de cada seis. La prisión estuvo funcionando hasta el año 1991 en este lugar y fue convertida en museo.

A las 12:20 volvimos andando por la carretera hasta el hotel y llegamos en cuarenta minutos. Cogimos las maletas y reservamos el hotel en Hakodate para el siguiente día aprovechando el wifi del hotel.

El tren salió puntualmente y nos dejó a las 17:10 en Asahikawa. Fuimos andando hasta el Ryokan que habíamos reservado en Booking.

Esta ciudad es más grande y tiene un gran bulevar lleno de tiendas y restaurantes. En el Ryokan nos recibió una pareja de cerca de 70 años muy amable. Nos enseñaron la habitación en la segunda planta, los baños y la cocina que compartiríamos con los otros huéspedes. La habitación era de estilo japonés, el suelo de tatami, una mesa baja y unos cojines con respaldo para sentarse en el suelo. Además nos habían puesto toallas, cepillo de dientes, agua y un yukata, que es un kimono para ir por la casa. Mientras la señora nos enseñaba el ryokan, el marido nos había dejado en la habitación una copa de helado y agua con sabor a café muy típica por aquí. Nos lo comimos y bajamos a pagarles, pues la mujer ya se había olvidado.

Salimos a caminar por el bulevar y entramos en algunos centros comerciales donde compré una pluma Pilot Prera y Migue encontró cuchillas de afeitar japonesas. Cenamos comida japonesa en un restaurante del bulevar, un menú con arroz, unas gyozas, que son empanadillas de carne y un bol de ramen, que es una sopa de fideos gruesos con carne y verduras. Volvimos al Ryokan y ya teníamos los futones preparados. Se notaba la diferencia con el Ryokan de Abashiri. Con el wifi gratis volví a hablar con Nesti en Suiza, revisé el correo y reorganizamos la ruta pues no era factible ir a Hakodate. Cancelamos la reserva de hotel y decidimos coger el tren nocturno al día siguiente hasta Hirosaki, abandonando la isla de Hokaido.

Bajamos a ducharnos y estuvimos esperando más de veinte minutos pues había un japonés tomando un baño. La dueña al vernos tanto tiempo esperando, llamó a la puerta y el chico entonces empezó a ducharse. Finalmente nos duchamos y nos fuimos a dormir.












 

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