Shin Shirakawa - Nikko - Nagano - Sakudaira. 11 de agosto.

Nos despertamos a las 6:45 y a las 7 bajamos a desayunar. Había mucha cola y el desayuno japonés esta vez no tenía zumos. Comimos rápido y a las 7:25 salimos hacia la estación para coger el tren de las 7:42 rumbo a Nikko.

Cojimos el Shinkansen hasta Utsunomiya y allí cambiamos a la línea regional de Nikko,  llegando a las 9:20 a nuestro destino. Dejamos las maletas en las taquillas de la estación, cogimos un mapa y salimos caminando hasta los templos. Veinte minutos más tarde llegamos al puente sagrado Shin Kyó, una reconstrucción del original del siglo XVII y subimos las escaleras que llevan a los templos en la montaña.

Después de muchas escaleras entre el bosque llegamos al templo Rinnoji, el primer templo de todo el conjunto, construido en el 766. En su interior hay tres imágenes de Buda pero estaba cerrado por restauración, así que nos conformamos con hacernos unas fotos en la fuente cercana.

Nos desviamos por otras escaleras y encontramos el Butokuden Hall, una escuela de Kendo, un arte marcial japonés. Estaban practicando en ese momento y nos quedamos a hacer unas fotos.

Atravesando un camino flanqueado por cedros y una gran Tori de granito, llegamos al templo Toshogu, el más espectacular de todos. Mandado a construir en 1636 por el nieto del shogún Tokugawa Ieyasu para guardar sus restos, es el santuario sintoísta mejor decorado de todo Japón y está considerado la obra cumbre del estilo arquitectónico Gongen zukuri.

Aún conserva elementos budistas como la pagoda de cinco niveles, el depósito de sutras y la puerta Niomon con dos estatuas que la custodian. Pasada esta puerta entramos al establo sagrado donde pasa varias horas al día un caballo regalado por el gobierno de Nueva Zelanda. En la puerta del establo están las imágenes talladas en madera de los tres monos sabios. Migue me compró un papelito de la suerte para ver si me quitaba el chino de arriba, y como estaba en japonés, me acerqué a un señor y le pregunté si la suerte era buena o mala. Después de reírse me aseguró que era buena suerte, pues sí es mala hay que anudar el papel a una cuerda y dejarlo en el templo.

Subimos dos escalinatas hacia la puerta Yomeimon que conduce a la parte sintoísta y que en esos momentos estaba parcialmente tapada por restauración. Algunas figuras de la puerta estaban expuestas en un pasillo anexo.

Atravesamos la puerta Karamon, dejamos los zapatos y entramos al santuario en el que no se podía hacer fotos. El interior era precioso, todo recubierto de oro, incluidos los escalones. Seguimos ascendiendo escaleras entre los árboles y llegamos a la tumba de Tokugawa. La rodeamos siguiendo el camino marcado y encontramos una cola de japoneses reverenciando a un árbol agujereado.   

Retomamos el camino de los cedros gigantes hasta el santuario Taiyuin-byo, donde está enterrado Tokugawa Iemitsu , el nieto de Ieyasu. La puerta principal está rodeada de lámparas de piedra donadas por los señores feudales y custodiada por dos guerreros. La siguiente puerta contiene cuatro nichos, ocupados por estatuas de los dioses Komoku y Jikoku, y por estatuas del dios verde del viento y el dios rojo del trueno. Entramos al interior del santuario donde había una estatua del shogún y un altar budista.

Comenzamos el descenso de la montaña y bordeando el museo encontramos un jardín japonés. Volvimos andando a la estación, diseñada por el arquitecto Lloyd Wright y entramos en una tienda a comprar una gelatina con trozos de mango para mi y Migue se tomó un café con leche.

Reservamos los asientos para el tren a Nagano, y mientras esperábamos nos hicieron una encuesta sobre turismo y me regalaron un abanico. Cogimos el tren y nos bajamos en Sakudaira, donde teníamos el hotel, dejamos las maletas y a las 17:23 cogíamos el siguiente tren que nos dejaría en Nagano en 20 minutos.

Nagano es famosa porque allí se realizaron las olimpiadas de invierno y por su templo Zenkoji. De camino al templo Migue entró en una tienda de música y se compró una flauta Yamaha muy barata y yo me compré mi helado de cada día en el Lawson.

El templo estaba cerrado para visitas pero se podía entrar a rezar. Sólo habían unos pocos japoneses merodeando y mucha tranquilidad. Antes de llegar al templo hay una calle llena de pequeñas tiendas como en todos los templos grandes, que por suerte estaban cerradas. En este templo hay una estatua de Buda que no se ha visto en siglos, pero tienen una copia que sólo exponen al público cada seis años, la próxima vez será en el 2015. En los alrededores hay pequeños templos, una campana gigante y la huella de Buda en piedra. Nos gustó visitarlo al atardecer sin el bullicio de los turistas.

Volvimos a la estación y cenamos en uno de los restaurantes de la última planta. Pedimos tempura de verduras y camarones y fideos fríos que se van metiendo en una sopa caliente. A las 21:00 cogimos el tren de vuelta a Sakudaira. Nos duchamos, reservamos el hotel en Kanazawa y a dormir.


















































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