Kioto – Shin Osaka. 15 de agosto.

Nos despertamos temprano, desayunamos, recogimos las maletas y las dejamos en el hotel hasta la tarde. Recorrimos la amplia avenida Karasuma, donde se encuentra el hotel, hasta el Palacio Imperial. Unos 45 minutos más tarde entramos al recinto amurallado que se ha convertido en un parque público por el que pasean o hacen deporte los japoneses. Bordeamos el palacio y encontramos todas las puertas cerradas. Al llegar a la puerta Kenrei-mon nos enteramos de que la visita tiene que concertarse con antelación y decidimos continuar hacia el castillo de Nijo, cerca de allí. Por el camino encontramos una iglesia episcopal, la primera y única que veríamos en todo el viaje.

El castillo de Nijo es Patrimonio de la Humanidad desde el año1994 y fue la residencia del shogún Tokugawa Ieyasu durante sus escasas visitas a la ciudad. En 1601 ordenó a todos los señores feudales a que contribuyeran con la construcción del castillo que fue terminado en 1626. El castillo central o donjon fue destruido por un rayo en 1750 y años más tarde el palacio interior fue destruido por un incendio que se propagó por la ciudad, quedando así abandonado hasta 1868 cuando los miembros del gabinete se instalaron en el castillo. En 1939 el palacio fue donado a la ciudad de Kyoto y se abrió al público el siguiente año.

Está rodeado por un foso y un jardín de diseño paisajista. Visitamos los salones donde el shogún se reunía con sus ministros, sus mujeres y recibía a los mensajeros. Todas las habitaciones están decoradas en oro y pintadas con paisajes típicos japoneses.

Una de las características del castillo eran los suelos de ruiseñor o Uguisu-Bari en los corredores. Para proteger a los ocupantes del ataque de asesinos, el piso del corredor que rodea el palacio se construyó de tal modo que “crujían como cuando los pájaros caminan sobre ellos”. Terminamos la visita en el museo donde exponían restos de excavaciones y algunos paneles de las paredes pintados en oro.

Llegar al siguiente templo nos llevó casi una hora caminando, aunque hicimos una parada en una librería donde compramos los repuestos de unos bolígrafos de colores y unas estilográficas muy baratas.

Llegamos al templo Toji, un templo budista de la secta Shingon construido en el año 796. Su pagoda de cinco pisos y 54,8 metros es la estructura de madera más alta de todo Japón y es visible desde muchas partes de la ciudad.

Fue construida en el 826 y es uno de los símbolos de la ciudad de Kioto. Visitamos el salón Kondo, una de las estructuras originales del templo Toji que todavía se conserva en la actualidad y el edificio de mayor tamaño. Fue destruido por un incendio en 1486 y se reconstruyó a comienzos del periodo Edo. El salón interior conserva budas y guardianes tallados en madera que son Patrimonio de la Humanidad y a los que no se les pueden hacer fotos.

La siguiente parada fue en el templo Higashihonganji, que aunque estaban reconstruyéndolo, la visita era gratis y no perdíamos nada con entrar. En este templo se siguen las enseñanzas del Budismo Shin y la Tierra Pura del Amida Buda. Aprovechamos para descansar en el tatami dentro del templo mientras contemplábamos la Sala de los Fundadores (Goei-do), que es una de las estructuras de madera más grandes del mundo, y que fue reconstruida por última vez en 1895 tras un incendio.

Aquí se encuentra la imagen del fundador, Shinran, también llamado Goei o Goshin-nei, y retratos de los líderes religiosos que le sucedieron. Vimos la mayor cuerda hecha de pelo humano, la Kezuna, cuya historia se remonta a los tiempos de la construcción del Goei-do. Las cuerdas convencionales no eran suficientes para transportar las grandes vigas hasta el lugar y mujeres devotas de todo Japón se cortaron el cabello para hacer grandes cuerdas con él. Se construyeron 53 cuerdas gracias a las que se pudieron izar las gigantescas vigas y completar la construcción de las salas principales. La más larga de estas cuerdas medía 110 metros de largo, tenía una circunferencia de 40cm, y pesaba una tonelada.

Al lado de la cuerda encontramos unos esquís gigantes que también sirvieron para trasladar los grandes troncos que se usaron para construir el templo.

Nuestra última visita en la ciudad fue al templo Sanjusangendo, construido en 1164 por el emperador Go Shirakawa y dedicado a Kannon, la deidad budista de la misericordia. Su salón principal Hondo es la estructura de madera más larga del Japón, con 120 metros de largo y era ideal para probar la destreza de los samuráis en el tiro con arco y flecha. Desde 1606 se celebra aquí el Festival Hikizome, en el que los participantes tienen que acertar a un blanco localizado al otro extremo del edificio.

La característica principal de este templo, y que lo hace único, es que contiene una escultura de Kannon que tiene 11 caras y numerosos brazos descansando sobre una flor de loto. A su alrededor se ubican 1000 estatuas de la propia diosa hechas de ciprés japonés entre los siglos XII y XIII y 28 estatuas de los seguidores de Kannon (Nijuhachibushu) que son los protectores de la humanidad. En 1249 un rayo incendió el templo y la cabeza, los brazos de Kannon  y 156 estatuas pudieron ser salvados.

Este templo ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y tampoco se podían hacer fotos en el interior.

Cogimos un tren hacia Fushimi Inari, una población cercana para visitar el santuario dedicado a Inari, patrona de los negocios y diosa del arroz. Es conocido por sus miles de puertas o toris rojos donados por empresas y particulares y que cubren cuatro kilómetros de montaña hasta llegar a un templo sintoísta. Algunas imágenes de la película Memorias de una Geisha fueron rodadas aquí, lo que lo ha hecho más famoso. Se dice que posee más de 32.000 pequeños santuarios, llamados bunsha y muchas estatuas de zorros, mensajeros de la diosa Inari.

Caminamos un buen rato entre los pasillos de toris, pero no recorrimos los cuatro kilómetros. Aquí otra vez reapareció mi mala suerte y la cámara de fotos dejó de enfocar automáticamente.

Según pude comprobar más tarde en internet el problema era del objetivo, y la única solución era repararlo. A partir de este momento tendría que usar el enfoque manual, un poco más lento, pero igual de efectivo.

Volvimos en el metro hacia una estación cercana al hotel, recogimos las maletas y caminamos unos quince minutos hacia la estación central de Kioto. Hice una foto de la torre de Kioto y cogimos el tren en dirección a Osaka.

Bajamos en la parada de Shin Osaka, que era donde estaba nuestro hotel Toyoko. Nos duchamos, descansamos y nos fuimos a cenar a un restaurante de la misma cadena en la que habíamos comido el día anterior.  Volvimos al hotel, preparamos la ruta del siguiente día y nos dormimos temprano.


































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