Tokio, barrio de Akihabara - Tren nocturno a Sapporo. 4 de agosto.

Nos levantamos cerca de las ocho, me duché y recogimos las maletas. A las nueve salimos a desayunar al café Veloce y volvimos a Nyngyocho para ver los templos que no pudimos visitar la noche anterior. Los dos pequeños estaban abiertos pero el grande seguía cerrado, así que lo dejamos para cuando volvamos a Tokio los últimos días de agosto. Tomamos en sentido contrario y llegamos a Akihabara, el distrito de la electrónica. Recorrimos varias tiendas mirando los precios del iPad y finalmente compré el iPad mini de 32 gigas por 335 euros, 100 euros más barato que en Barcelona, más una funda por 23 euros. Como era domingo el barrio estaba muy animado, las calles las habían cerrado y había muchísima gente.

Teníamos prisa y no pudimos llegar a ver las tiendas de cómics, pero volveremos cuando volvamos a Tokio.

Volvimos andando al hotel y comimos en el Yoshiba, el restaurante en el que comimos el primer día. Intentamos conectar el wifi del hotel Horidome, pero no llegaba señal suficiente. Nos fuimos a nuestro hotel Apa y mirando los edificios no vi un cubo de granito del mismo color del suelo que casi me rompe la tibia aunque me hizo un buen corte en la pierna. La cafetería del hotel estaba cerrada y fuimos al café Veloce a tomar el postre y el café. Regresamos al hotel a recoger las maletas, y sentada en la recepción pude configurar el iPad con el wifi. Descargué los mapas mientras Migue buscaba en el mapa del metro la mejor combinación para llegar a la estación de Tokio.

Decidimos ir caminando y en 20 minutos llegamos. Preguntamos en Información dónde estaba el andén de nuestro tren y nos dijeron el 23. Mientras mirábamos la pantalla esperando que nuestro tren apareciera, se nos acercó un japonés y nos dijo que los trenes iban con retraso y que el nuestro salía del andén 20. Migue volvió a preguntar dos veces y le dieron diferente información. Al final el japonés se fue y al rato volvió a buscarnos y nos explicó que en el andén 20 ya salía anunciado el tren. Le agradecimos sus molestias y subimos. En Japón todo está muy organizado, como el tren. En el suelo del andén pone el número del vagón que te corresponde y a partir de ahí salen dos líneas, una verde y otra azul. En la primera se hace la cola del tren que está por llegar y en la segunda se colocan los del siguiente. Cuando llega el tren, en cada puerta se para un chico con una bolsa, para que la gente que baja deje la basura. Rápidamente estos mismos chicos suben a limpiar el tren y cuando terminan se colocan fuera hasta que dan la señal de que podemos subir.

Salimos con veinte minutos de retraso y después de cuatro horas llegamos a Aomori. Bajamos a la zona de cafeterías pero como eran las nueve de la noche todo estaba cerrado o a punto de hacerlo. Encontramos una cafetería abierta, el Doutor, donde comimos unos bocadillos y justo al frente compramos patatas para el viaje. En esta población estaban de fiesta y encontramos muchos jóvenes con vestidos tradicionales y unos demonios gigantes de papel que adornaban la estación.

Subimos al andén y cuando llegó el tren vimos que nuestro vagón no era igual pues traía cortinas en las ventanas. Habíamos reservado asientos que se podían convertir en cama, o eso habíamos entendido, pero eran unas plataformas con un futón, que es una colchoneta, que desenrollabas para poder dormir y una almohada. Dormimos poco pues el tren se movía mucho y a las cuatro de la mañana ya había amanecido y nos pusimos a mirar el paisaje.









Comentarios

  1. Que alucine el tren bala!!

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  2. lo alucinante era la "cama" del tren!! dos futones en el suelo y lo mejor de todo: gratiiis!!!

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