Sapporo - Yoichi - Abashiri. 5 de agosto.

A las 6:15 llegamos a Sapporo, guardamos las maletas en las taquillas de la estación y compramos bocadillos para desayunar. Como era temprano decidimos ir a Yochi. Cogimos un tren hacia Otaru y luego otro pequeño hacia Yoichi, llegando a las nueve de la mañana. En Yoichi está la destilería de uno de los mejores whisky del mundo, el Nikka, y Migue estaba muy interesado en esta visita. La entrada era gratis y nos dieron un mapa para hacer el recorrido. Entramos en varias instalaciones donde explican todas las fases del proceso de destilación y al final se hace una cata de dos whisky. Yo los probé y Migue se los tomó. Esta empresa también fabrica vinos y zumos, así que yo tomé el zumo de manzana.

Fuimos a la tienda para comprar whisky pero Migue no se decidía y quiso volver al bar del museo, donde pagando, puedes catar el whisky que quieras. Probó tres whisky que sólo se venden en esa bodega, pero al final se decidió por un Nikka de 20 años y yo compré un imán de la destilería. Tomamos unos helados y volvimos a la estación a esperar el tren de vuelta a Sapporo. Acababa de salir así que teníamos casi una hora de espera y Migue encontró wifi gratis. Aproveché para descargar aplicaciones en el iPad, los mapas y mirar el correo.

Una vez en Sapporo fuimos a la JR a reservar asientos para Abashiri y salimos fuera de la estación a comer y buscar un sitio con wifi para reservar hotel. No encontramos wifi y entramos en un pequeño restaurant con una barra, donde comimos arroz frito y noodles (fideos). Volvimos a la estación y pagamos 10 minutos de internet. Reservamos un Ryokan, que es una casa con habitaciones de estilo japonés y baño compartido.

Cerca de las 15:00 cogimos el tren hacia Abashiri. Nos pareció curioso que el revisor y la camarera hicieran una reverencia cada vez que entraban o salían del vagón, y lo hicieron muchas veces en todo el trayecto. A mitad de camino el tren cambia de dirección y todos cambian los asientos de posición. Como Migue iba durmiendo nosotros no lo hicimos. Llegamos de noche a la ciudad y buscamos el Ryokan que estaba a siete minutos andando, según el mapa. No encontramos al dueño y preguntamos a unos clientes que estaban en la segunda planta. Nos dijeron que llamáramos desde un teléfono que había en la pared y bajamos a la cocina donde nos esperaba un señor de unos 60 años, que hablaba poco inglés. Nos enseñó el baño y nos dio unas chanclas para andar por la casa. Nuestra habitación estaba en el piso de arriba del garaje. Era muy amplia, con una tele y unos futones en el suelo de tatami para hacernos la cama. A Migue le gustó el sitio, pero estaba desordenado. Pagamos el desayuno que consistía en pan con pasas y leche por dos euros.

Subimos a la habitación para coger la ropa y ducharnos, pero cuando bajamos nos encontramos con el baño ocupado y con dos chicos esperando.  Nos fuimos a cenar al Victoria, un restaurante de carne, al lado del hotel Toyoko Inn, frente a la estación. Pedí un menú que incluía ensaladas y arroz con curri y podías servirte todas las veces que quisieras. Además dos langostinos en tempura, que es un tipo de rebozado.  Migue comió una salchicha, patatas fritas, queso frito y gambas y calamar en tempura. Nos salió más caro de lo que acostumbrábamos a gastar en Tokio, unos 16 euros, pero todo estaba en japonés y la chica no hablaba inglés, así que hicimos el pedido por lo que veíamos en las fotos. Volvimos al Ryokan, nos duchamos y preparamos la habitación. Al poner el futón en el suelo me empezó la alergia y no se me quitó hasta que salí de allí al otro día. Organizamos un poco la ruta del siguiente día y nos dormimos.








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