Numazu - Yokohama. 22 de agosto.

Nos levantamos a las siete y entre desayunar y preparar las maletas se nos fue el tiempo y salimos pasadas las ocho hacia la estación para coger el tren de las 8:30 hacia Yokohama. Después de dos transbordos llegamos a las 9:50. Pasamos por la oficina de información turística y cogimos un mapa de la ciudad. Caminamos unos diez minutos hasta el hotel y dejamos las maletas.

Marcamos en el mapa los puntos principales que visitaríamos y volvimos a la estación para coger un tren local de la línea JR que tenemos incluido en el pase. Por toda la ciudad hay baldosas con diseños japoneses que me llamaron la atención.

En sólo tres paradas llegamos al barrio chino, la principal atracción de Yokohama. Se puede acceder a través de cuatro puertas de colores diferentes y cada una esta orientada en una dirección. En total hay diez puertas erigidas con los principios del feng shui y decoradas con deidades guardianes. Sus colores brillantes representan los cinco elementos, pero la más famosa de ellas es Zenrin-mon, de rojo y oro que representa la amistad. Nosotros vimos nueve, diseminadas por todo el barrio, entre tiendas y restaurantes.

Pasamos por una pequeña exposición de máscaras de leones y dragones usadas en las fiestas y visitamos al templo Kanteibyo, muy decorado y dedicado al dios del comercio. Este templo fue destruido 4 veces en menos de 100 años: por el Gran Terremoto de Kanto en 1923, por los bombardeos de la guerra en 1945, por un rayo en 1981 y por un incendio en 1986.

Así, aunque fue fundado en 1862 por un inmigrante chino que trajo de su país una estatua de Guan Yu, el templo fue reconstruido varias veces y cada vez más y más grande hasta el que vemos hoy que fue terminado en el 2000. Entramos en el Daisekai, un edificio de ocho plantas decorado al estilo de Shangai en los años veinte. Tiene tiendas, restaurantes y un parque de atracciones. Aprovechamos para comer unos rollitos de primavera, fideos y helado de mango. Saliendo del barrio encontramos el templo Ma Zhu Miao, construido en 2006 y dedicado a la antigua diosa taoísta del mar.

Seguimos caminando hasta el parque Yamashita, el parque costero más antiguo de Japón que se extiende un kilómetro y tiene vistas de la bahía. En el camino encontramos la Torre Marine, el faro de navegación más alto del mundo con 106 metros de altura.

Atracado en el muelle está el antiguo crucero de lujo Hikawa Maru, que estuvo activo entre los años 1930 y 1960 y transportó a personalidades como Chaplin. Al final del parque hay una pequeña fuente donada por los indios americanos en recuerdo del terremoto que asoló a la ciudad en 1923.

Paseando encontramos la Aduana y vimos que había un pequeño museo gratis. Eso también significa un poco de aire acondicionado que nos refresque. El museo expone los tipos de contrabando y las falsificaciones decomisadas.

Debíamos ser los primeros extranjeros en entrar, pues justo antes de salir me regalaron un llavero con un pequeño peluche del perro amarillo que es la mascota de la aduana. Les dijimos que éramos de España y Cuba y se pusieron muy contentos, nos despedimos y le agradecimos el regalo.

Pasamos por el antiguo almacén de ladrillos que ahora es el centro de logística del puerto y que también es centro cultural y comercial y por el edificio Pacífico, en forma de vela, que es un centro de conferencias y exposiciones. Entramos al World Porters, un centro comercial, y estuvimos dando una vuelta por las tiendas, sin comprar nada. Saliendo de aquí encontramos el Yokohama Cosmo World, un parque de atracciones con una de las norias más altas del mundo, con 112,5 metros y que puede acomodar a más de 400 personas.

La siguiente visita fue a la Landmark Tower, un rascacielos de 70 plantas que es famoso por ser el edificio más alto de Japón y tener el ascensor más rápido del mundo, que te lleva al mirador de la planta 69 en 40 segundos. El edificio tiene una plaza con tiendas y restaurantes, un hotel y el observatorio panorámico, llamado el Jardín del cielo, a donde subimos a hacer fotos y a probar la velocidad del ascensor.

Salimos de allí y sólo cruzar la calle entramos en el Museo Mitsubishi. Un museo de nuevas tecnologías, donde exhiben un motor de una nave espacial, maquetas de un reactor nuclear, y muchos juegos de ciencia para niños. A la entrada tenían un robot que hablaba con unos niños, aunque sólo en japonés, y no pudimos saber si repetía lo que decían o si seguía una conversación. También había un simulador de vuelo de un avión, y una cola de cinco personas para pilotarlo, así que no lo probamos. De allí nos echaron a las cinco de la tarde porque cerraban.

Nos fuimos caminando al hotel, nos duchamos, y salimos a cenar. Fuimos hasta la zona de la estación y nos sorprendió tanta animación. Las calles llenas de gente, los restaurantes llenos y unas pequeñas tiendas montadas en una calle donde te sentabas y una señora te cocinaba lo que querías. Sólo vimos japoneses dentro, y se ve que había que hablar con la cocinera como si estuvieras en su casa.

Finalmente encontramos un restaurante que hacía pizzas y nos parecieron baratas. Estaba en una especie de sótano con un diseño de taberna al que se entraba bajando por unas escaleras. El sitio estaba lleno de jóvenes que acostumbran a reunirse después del trabajo y había un grupo celebrando un cumpleaños. Aunque la carta estaba en japonés, la chica que nos atendió hablaba un poco de inglés y nos ayudó un a elegir. Nos comimos una pizza cada uno y de segundo plato, pescado para mí y costillas para Miguel.  Volvimos andando bordeando el río hasta el hotel pasadas las nueve de la noche, y nos dormimos temprano, pues estábamos cansados.































 

Comentarios

  1. El Minion Viajero3 de abril de 2014, 11:56

    Y este dia no os duchasteis?? mmmm.... molt malament!!! jeje

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  2. siii, me ducho cada dia, si quieres te cuelgo un video. ;P

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